Para mí ya era el camino de la muerte. Madrid-Salamanca y no estabas tú en el destino para verte. Ese trayecto se había convertido siempre en unas ochenta y siete lágrimas. Las sensaciones eran las mismas: no llegué a tiempo, no estabas.
Da igual cuántas estrellas falsas brillarán en ese césped verde al son de aquella preciosa canción. No iba a poder contártelo; lo verías tú sola desde allí arriba.
Madrid, Salamanca y yo seguimos siendo una mierda sin ti, abuela.
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