Él es como una frase melódica de una canción que empieza a sonar en mi cabeza a las ocho y doce de la mañana y no se va ni a las cinco menos diez ni a las doce y trece. Él es como un dolor de estómago agradable que hace que suspire entrecortadamente. Él es como una sonrisa constante que no es forzada y no duele. Él es como un regalo diario que alberga treinta y tres sorpresas.
¿Él?
Él está prohibido.
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